viernes, 28 de agosto de 2009

Aceptemos nuestras capacidades ontogénicas y administremoslas a conciencia:

Llegamos al punto en el que nuestros padres nos han educado de forma que somos unos deportistas de élite en eso de la socialización. Han formado a un líder. Ahora queda ocupar nuestro puesto en la sociedad.

Las interacciones sociales se basan en establecer relaciones que no nos quiten la pelota, que no nos empujen, no nos hagan sentir que perdemos el control. Las relaciones de pareja se basan en formar equipo para jugar al mismo tiempo que regamos el jardín. ¿Nos imaginamos la lucha que debe haber en una pareja en donde las visiones del jardín que riegan son distintas? ¿En donde las conciencias valoran grados distintos de inteligencias? ¿Cómo van a educar al niño? ¿Cómo se pondrán de acuerdo entre ellos?. Ni que decir tiene que, uno cuando tiene buenas relaciones sociales no hipócritas, es un buen candidato para mantener una relación con una pareja y pensar en poder tener descendencia a la cual poder educar conforme al juego social que hemos experimentado que es placentero, entretenido y hasta merece la pena sacrificarse por ello.

¿Qué es lo que lo hace entonces tan amargo, que hasta muchos deciden no casarse, no tener hijos y hasta suicidarse?. Especulemos: Jugamos en casa al juego del jardín, resulta que nuestros padres ya nos ven capacitados para ello y ahora toca lidiar con los demás. Encontraremos personas como nosotros, honestas y que respetan las reglas del juego, pero también encontraremos personas que se engañan a sí mismas, hipócritas con relaciones sociales falsas, solo sostenibles por que hay un interés material común. Bien, nosotros observamos a estas personas y las respetamos mientras no nos desequilibren. Comenzamos a trabajar en una empresa desde lo más bajo, hacemos méritos para ir ganando puestos de confianza, tenemos el objetivo de una economía que nos permita una casa, una pareja, hijos, etc… para ello necesitamos un puesto de trabajo tal que sea remunerado a ese nivel. Hasta la fecha hemos respetado las reglas de juego, pero ahora aparece otra persona que, como nosotros desea ese mismo puesto de trabajo ¿Respetará las normas de juego en su jardín? ¿Será capaz de usar todas sus inteligencias a tal grado que tome una decisión respetando su empatía y una conciencia que tome en cuenta a las personas?. Si no es así, y esa persona acaba ocupando el puesto por el cual competimos, tendremos la sensación de haber trabajado por nada. ¿Qué siente un deportista derrotado? Espíritu de camaradería, sabe que su compañero ha respetado las reglas y se ha esforzado en lo que se denomina la competición perfecta: Ha competido con él mismo y se ha superado a sí mismo: El hecho de haber ganado el primer puesto es totalmente fortuito y una recompensa añadida. El no pensar así es lo que hace entonces tan amargo, que hasta muchos deciden no casarse, no tener hijos y hasta suicidarse.

Ahora pongamos por caso que, el deportista que ha quedado en segundo lugar, descubre que su competidor que ha ganado el primer puesto ha hecho trampas, que ha burlado los controles antidoping y ya no puede hacer algo por hacer justicia. Si ha valorado sobre sí mismo las ventajas de respetar las normas de juego, realmente lo dejará en el olvido y continuará esforzándose porque sabe que es lo mejor para sí mismo. Ahora, si valora más lo externo antes que su capacidad de administrarse así mismo, entonces habrá renunciado al juego del jardín. Para continuar sanos, debemos pensar en la competición perfecta, mencionada antes: Competimos con nosotros mismos.

¿No es más cómodo aceptar nuestro lado menos evolucionado?

Sí que es cierto que, en el momento que dejamos de jugar al juego de la pelota en el jardín, se siente un placer semejante a cuando un toxicómano se inyecta heroína o morfina. No es malo descansar, pero cuando uno vincula el dejar de jugar al placer obtenido, es cuando nos hemos enganchado a nuestra propia farmacia que nos suministra la droga.

Es enormemente gratificante observar nuestro recuerdo habiendo jugado como deportistas de élite, no nos engañemos, porque si lo hacemos, es en ese momento cuando nos volvemos adictos a nuestro propio sistema de placer, alterando nuestro carácter, nuestra integración social y hasta nuestro futuro como individuos, pues al engañarnos, nuestro objetivo ya no será el juego sino el placer. Y recordemos nuestra niñez, cuando uno juega no siempre es placentero, sí es entretenido, pero no siempre placentero. Las reglas de los juegos requieren que pongamos de nuestra voluntad y cuando alguno hacía trampas, se le castigaba y se dejaba de jugar con él.

Con el paso de los años, nuestro músculo cerebral va bajando de forma y en conciencia no nos queda más remedio que retirarnos al banquillo (hora de jubilarse), con los años perdemos muchas neuronas como consecuencia del envejecimiento, para esas personas no se las puede pedir que compitan, se han merecido esa sensación y en su conciencia no existirá ni el menor lamento. Son un pozo de sabiduría de un punto de proyección para enfocar nuestro futuro.

Si a alguien se le ocurre que es posible hacer trampas, esa forma de vida es involución y no admite una sociedad al nivel que tratamos de plantearnos: Global. Por lo tanto, si diseñamos una sociedad al estilo del Bonnobo, no esperemos una sociedad demasiado distinta a la de ellos, si por el contrario nos gusta ser como los chimpancés, violentos, no esperemos poder sostener una sociedad de muchos más individuos que un modelo social cualquiera de ellos.

Tanto en cuanto el hombre vaya socializando fuera del juego antes mencionado, la involución social será acorde al grado de desentreno que tenga el jugador.

¿Por qué tanta complicación?

Veamos, los animales no se complican, ellos sienten, recuerdan y aplican soluciones conforme sus vías de inteligencia les van nutriendo su consciente. Se usan unos a otros como objetos de consumo y si se molestan se atacan tratando de hacerse valer como el objeto de más peso. ¿Por qué?, la razón es sencilla, su cortex cerebral (para el caso de las especies que lo tengan) no rearma el instinto, no realimenta, no hay feedback a nivel racional (que es la empatía, o sea la capacidad de razonar el sentimiento y la emoción para proyectarlo a través de nuestra teoría de la mente en los demás compañeros de grupo), que sí lo hay en lo emotivo, a niveles de instintos, sensaciones y deseos, pero no racional. Es el neocortex cerebral humano el culpable de hacernos capaces de racionalizar la conciencia, y proyectar el sentimiento de forma especular sobre otros objetos que son de nuestra misma jerarquía: Humanos. El neocortex nos da dolores de conciencia cuando una vía inteligente que no ha sido previamente entrenada, ha irrumpido en el jardín descolocando el esférico y echando nuestra voluntad por tierra. Ahora toca volver a plantear el juego desde el inicio… pufff, muy costoso si no hay una motivación que nos conciencie del valor de amar nuestra voluntad. Se observan indicios de feedback racional en delfines, elefantes y chimpancés.

Jugadores sanos, jugadores menos sanos:

Es en la infancia donde se producen las principales heridas psicológicas. ¿Cómo nos afecta en nuestro estado adulto?. El niño va sobreviviendo en base a los cauces que le quedan disponibles y le alejan de los malos recuerdos. Llegado a la adolescencia, la presión hormonal que se ejerce sobre la voluntad es en ocasiones hasta cruel. La crueldad no es por lo natural de dicha presión hormonal, sino por la falta de ‘mangueras’ activas que permitirán maniobrar la ‘pelota’ de la voluntad conforme nuestra conciencia dicta que es lo bueno y que lo malo. Ante la ausencia de, siquiera una sola manguera, nuestra voluntad romperá por el lado más débil. Es en esa etapa en donde comienza una espiral de caída o de subida, dependiendo de la educación recibida.

Toda actividad física tiene su origen en el cerebro, hasta que las áreas de este no hayan madurado será imposible que el entramado fisiológico que subyace tras las conexiones sinápticas actué en consecuencia. Por lo tanto, cada área de la fisiología que carece de una conexión a la voluntad del niño, es un recurso que ahorra y que se destina al crecimiento cerebral que lo capacitará en un futuro.

Lo contrario no es posible, si se dejara de usar la fisiología por voluntad, nuestro cerebro no crecerá más. Si se diese el caso de darse las mismas condiciones del infante: No queda más remedio que ir madurando otras regiones cerebrales porque las disponibles no dan solución a los problemas del medio. En ello habría que hacer un cambio en la dieta, así como en las horas de sueño, actividad física y demás factores que nos consumen los recursos que debieran estar empleándose en el crecimiento del cerebro por imposición del medio. De hecho, si esto sucediera, prácticamente nos pasaríamos el día durmiendo junto con la noche. De no hacerse de esa manera, nuestro cerebro comenzará a enfermar, o sea, como no evoluciona, involuciona, muere y desaparece (el precio de la involución es la extinción).

Ese es el precio de tener consciencia, que hasta cierto grado, tanto entramado neural y una disposición de los sistema metabólicos estructurada, nos fabrican sensaciones superiores tales como la de la responsabilidad de auto dominar las decisiones que tomamos en base al catalogo de prioridades, y ciertamente en nuestras prioridades no aparece la de facilitar la evolución cerebral como individuos, sí de forma generacional pero no individual, entre otras porque no tenemos educación para ello. Compartimos el mismo destino que el resto de la fauna animal: La evolución generacional.

Necesitamos conceptualizar la figura del padre:

Para continuar aprendiendo durante toda nuestra vida, hemos de ir ampliando el concepto de padre. Al principio son dos personas físicas que nos suministran lo que necesitamos para que nuestro cerebro no derroche recursos en áreas que aun carecen de una inteligencia bien estructurada.

El paso a la independencia es un paso traumático, no ya por el hecho de dejar en sí de depender de los padres, sino porque sentiremos un tirón en los recursos cerebrales al tener que usar las regiones especulativas del futuro y sincronizarlas con lo que nos dice el ego conforme la conciencia va guiando a la voluntad.

Si nuestros padres nos han educado bien, sabremos aprovecharnos de todas nuestras inteligencias para que la voluntad no se quede sin guía ni dirección. Es una etapa en la que las sinapsis se fortalecerán por un uso atlético y de competencia: Debemos proyectar a nuestra sociedad que somos personas de valor.

Bien, si hemos aprendido correctamente la lección de nuestros padres y lo significativo en nuestra cosmovisión, habremos llegado a la conclusión de que han sido la guía que hemos necesitado para poder ser lo que debemos ser, no ya en base a los valores sociales, sino a los valores personales. La sociedad sana consta de individuos que aportan soluciones a sus problemas y los registran en ese sistema para que otros también puedan valerse de esas herramientas psicológicas, que les capaciten para jugar aun mejor a este juego que hemos ilustrado.

Si los individuos de una sociedad creen que la figura de 'padre' la pueden encontrar en esa misma sociedad en el aspecto de recibir soluciones, eso es una sociedad en decadencia. Si nuestros padres nos han dado las soluciones y no nos han enseñado a deducirlas, nos han hecho un flaco favor. Sí es cierto que la sociedad pone las bases para que las usemos. Si dentro de esas bases se encuentra nuestra solución a nuestro problema, pues entonces ya estamos experimentando las ventajas de socializar de forma organizada, pero la cosa no queda ahí, sino en ser capaces de participar.

La figura de 'Padre' ha venido siendo ese dios desconocido al que las religiones han catalogado de ultramegasuperior del watio megapower blaster. Sí que ha sido util como imagen de la economía cerebral, pues ha sido como una toma de tierra a la cual dirigir nuestras frustraciones. Si nos hemos tenido que enfadar con alguien ha sido con dios, no con el presidente democratico de turno que lo hace mal. Por lo tanto, debemos poner a prueba la figura paterna que nos hemos generado en nuestra psicodinamica, esa figura nos debe capacitar para podernos adaptar, pues es como el rincon de nuestra psicodinamica que refresca y alijera la carga emocional. De no encontrarla, está claro que, o no tenemos el conocimiento que nos permite 'observar' el objeto que necesitamos, o realmente no existe esa entidad a la cual invocamos desde nuestra dinamica cerebral.

Sea como fuere, debemos mantenernos alerta ante el desanimo y pedir ayuda si eso sucede.

¿Y que sucede si no tenemos bien definida esa figura paternal?. Bien, en esto hay una diferencia entre la dinámica cerebral masculina y la femenina.

En el hombre se forma lo que yo llamo entelequias laberínticas, o ramificaciones de la lógica tan intrincadas, que si debemos exponerlas en forma de árbol, estas adoptarían la forma de arbustos al estilo zarza. Esas estructuras no tienen un tronco bien definido, poseen espinas (puntos en nuestra actividad que causan paradojas a nuestra conciencia) en las ramas (o caminos) por los cuales discurre nuestra actividad pensante. La percepción a posteriori de nuestra actividad no satisface, siempre aparecerá una inteligencia menos trabajada que nos aportará una manera distinta de haberlo hecho (siempre a posteriori).

En la mujer, se forma lo que yo llamo una especie de sindrome de estocolmo. Eso que la hace sufrir lo acaba entendiendo y empatizando, observa que si ella actúa de cierta manera podrá calmar eso que la oprime. Realmente se forma un deseo vehemente, pues son capaces de empatizar casi de forma instintiva, se forman una imagen emotiva que les estimula a entrar en un ciclo sin fin. Sin ellas darse cuenta, acaban haciendose 'madres' o cargandose, con algo que puede llegar a desequilibrar sus facultades mentales. Por eso necesitan mucha ayuda para salir de un entorno en donde se las maltrata. Su percepción, así como su gran inteligencia, las hace más frágiles, dado que su poder se disipa con mayor facilidad en los procesos mentales.

La figura de padre es aquella que asume la carga instintiva y nos permite tormar conciencia con pleno poder de nuestra dinámica cerebral. Si lo hemos logrado, ese padre es tan real como cualquier persona física con la que podamos tratar. Ese padre subyace en lo que se denomina en la tradicional psicoterapia como 'Ello', sería como una pulsión de muerte, osea permitir la exitinción natural de una pulsión que atenta en contra de la integridad pensante, consciente y a conciencia de nuestro cerebro.

Se debería hacer un estudio social de esas personas que afirman que han logrado encontrar a ese padre en su Ello, tratar de definir las propiedades bajo las cuales interaccionan y observar si esos patrones pueden llegar a ser asimilados por cualquier otra mente. En caso de no poderse exportar ese 'Thinkware' (palabro que me acabo de inventar para definir paquetes de pensamientos que tratan de exportar el entendimiento de una dinámica cerebral con potencialidad de ser asimilados por otras personas), habría que entender por qué.

En mi experiencia, me he encontrado personas que dentro de su entorno familiar las han educado para meditar en los recursos que pierden. Ese tipo de meditación siempre emitirá una queja a la actividad, pues toda actividad tiene un precio (pensamiento negativo, que no es malo en 'dosis' adecuadas). Ese tipo de condición del pensamiento se percibe en la actividad rutinaria de la familia. Por ejemplo, recuerdo en mi infancia que cuando había que bajar al perro, o bajar a por el pan, se armaba una discusión sobre quien había hecho más en casa y quien menos, y por lo tanto el que ha hecho menos es el que le toca bajar a por el pan. Eso es una equivocación. Recordemos las bases de la competición perfecta: Competimos con nosotros mismos. Se necesita un entorno familiar en el que en vez de pensar en quien ha hecho más o menos, se piense en quien ha cumplido con las tareas asignadas a él mismo en ese día.

Por otro lado, pensar en la recompensa vigoriza los sistemas, y con mucho más poder cuando la recompensa no es la satisfacción de nuestro placer. En esto entra dentro el concepto amor, o la preocupación de que la persona ajena a nosotros reciba lo que realmente necesita, si es que resulta que está en nuestro poder satisfacerlo. La sensación de haber ayudado a alguien que realmente lo necesita es insuperable. Ahora, no somos tontos, por norma general el que realmente necesita algo suele pensar en como conseguirlo desde su poder, y a estas personas no nos las encontraremos pidiendo, sino buscando soluciones. Buscar una solución implica encontrar una actividad que se valore en nuestra sociedad. Por ejemplo, tocar el acordeón a la puerta de un centro comercial, cuya melodía, o mejor expresado, la forma de expresar las notas, transmiten que si le damos algo es por que le hacemos un favor... no es la mejor manera de ayudar. Ahora, he sido testigo de artistas (verdaderos artistas) que expresan esas notas de forma que nace solo la necesidad de darle algo porque realmente se lo han currado. Osea, se hace valioso por su aportación, anque solo sea porque nos ha transmitido alegria el hecho de escuchar esa melodia.

Necesitamos la figura del padre, para poder expresar elementos psiquicos sanos a nuestra sociedad.

El ojo transmite, el cerebro conceptualiza:

De adultos damos por sentado que es una persona y que es un objeto. Pero el proceso por el cual llegamos a esa ‘sentada’ es un apasionante entramado de psicodinamismo. Comenzamos con un ojo que no es capaz de enfocar, pues no recibe las señales que lo hacen trabajar así. Por el tacto el niño comienza a sentir que hay cosas en su medio, por un lado toca, por otro siente una especie de luz. Cuando logra establecer una correlación entre el tácto y la vista es cuando el cerebro manda la primera señal a los músculos que permiten enfocar. Al principio es caótico, el tacto y la vista no siempre acompañan, se observa al bebe tambalear la mano cuando la usa para agarrar a un dedo que observa frente a su campo visual. Por el contrario, su pulso no tambalea cuando se coge el pie. Bien, tenemos el primer tramo recorrido, ahora queda distinguir entre objetos y personas. Es básicamente sencillo: Una persona nos hace sentir sin nosotros pedirlo, un objeto requiere de nuestra voluntad para que podamos sentir algo. El olfato indica que persona es de confianza y cual no. Por lo pronto, el olor de madre es inconfundible, la voz de la madre, las caricias, los mimos, cuidados y demás atenciones permiten al bebé ir conceptualizando qué es una persona.
Por lo tanto, una persona no es una imagen con cabeza, piernas, brazos, tronco, etc. Una persona es un objeto capaz de hacernos sentir a plenitud sin nosotros buscarlo. Un animal nos hace sentir, pero no plenamente. Por lo tanto para un bebé algo que no le haga sentir pleno no será un igual.
Entendido que a los objetos se le asocian emociones, el bebe comprenderá que sus padres solo son aquellos en los que puede confiar con toda su emotividad.Confiar nuestra emotividad a una figura ajena a nosotros mismos, aligera la carga cerebral y permite un aprendizaje mucho mayor.

jueves, 27 de agosto de 2009

Las ventajas del niño:

Mientras el infante está bajo el cuidado de sus padres, el niño tratará de imitarlos intentando especular futuros en base a lo que su deseo le indica. Los deseos del niño se someten al cauce de atención del juego de los padres, el cual debe de carecer de paradojas si no quieren imbuir en el niño la sensación de injusticia. Para que el niño observe y aprenda como los padres usan el juego para satisfacer con inteligencia el deseo, estos han de dar a entender al niño que el deseo satisfecho es la consecuencia y no el objetivo de un juego bien jugado. Es la fase en la que el deseo del niño se usa como incentivo para que valoren en conciencia todas sus inteligencias y como estas pueden llevar a la satisfacción del mismo.
Mientras el niño va adquiriendo destreza, el papel de los padres va quedando en segundo plano y ocupando un lugar más de apoyo y estímulo, que de enseñanza. El caso es que el niño ha de usar sus facultades mentales para poder aprender del medio y poder adaptarse.

Los derroches de recursos:

Las justificaciones y por extensión la mentira, deriva recursos del juego principal: No solo debe continuar manteniendo la pelota en lo alto de los chorros a presión, sino que además debe continuar modulando la presión que reciben las mangueras, justificar la razón de cómo es posible que una de las mangueras haya dejado de funcionar ante su conciencia, justificarlo ante el medio social y acordarse luego de todas las justificaciones superficiales que carecen de traza inteligente, pero que se han montado a base de lo listo que es el individuo.
Nuestra voluntad solo percibe entre el 2% y el 10% de los recursos asignados al cerebro.
Al cerebro se le destina el 20% del 100% calórico del cuerpo.
La voluntad se le asigna entorno al 0,5% y el 2% del total calórico consumido por el cuerpo.
A expensas de estos recursos emerge la capacidad de especular el futuro.
No es necesario que tratemos nuestros recuerdos como tratamos las especulaciones del futuro.
El recuerdo es una recreación en base a una invocación, que recorre caminos sinápticos ya creados con anterioridad. Por lo que cuando nos acordamos del pasado no usamos los mismos recursos que cuando estamos programando el futuro.
La mentira nos auto impone la obligación (en base al deseo de no ser rechazados ante nuestro entorno social) de especular el pasado.
A consecuencia de lo anterior, el cerebro ahora redirige, no ya el doble de recursos, sino el doble de ciclos de proceso a activar regiones del cerebro que sí son útiles para planear una línea de acción de futuro, pero que son inútiles para usarse como un recuerdo real. Por eso cuesta tanto mentir, pues nos tiembla el pulso ante el bajón de energías que acontece en otras regiones metabólicas cuando especulamos el pasado de forma coherente tal como si se tratase del futuro; pues sabemos que tendremos que acordarnos de esa especulación que hemos identificado ante el medio social, como pasado. Por lo que podemos definir la mentira como: La proyección de un pasado como si se tratase de un futuro.
Los recursos que primero caen son los destinados a la empatía, pues el mentiroso ahora se tiene que centrar en su bien estar que adolece de un uso abusivo de sus facultades especulativas. Quienes logran ese nivel de juego, acortan su vida como jugadores de élite.
Es evidente que eso nos selecciona para perder el juego frente a otros que respetan las normas: Antes de que las vías de agua rompan por el lugar menos esperado, escogen una de las soluciones propuestas por sus inteligencias, acorde con una conciencia dinámica, basada en la empatía. Y si en ese momento no se consigue, nos paramos a descansar, que mejor es dos veces más descanso que tres de duro trabajo. Eso es administrar y no tratar de mantener el control, que eso es imposible. No se puede atrapar 1 vóltio, en todo caso se almacenan las causas que originan el efecto y se recrea un medio por el cual repetir el proceso que origina el voltio; no se puede atrapar 1 kilocaloría en todo caso se almacenan las causas que originan el efecto y se encauza o administra por el medio con el cual poder repetir el proceso que libera esa kilocaloría.

El miedo/odio o el respeto/amor, factores que nos motivan a controlar el juego.

El papel del ego suele ser administrar el miedo/odio y el respeto/amor. El ego le dice a la conciencia si se ha cumplido el objetivo, la conciencia valora si se ha hecho conforme a las reglas, el consciente nos advierte si hay más partes del jardín que regar. Si se viola la única regla, las mangueras dejarán de recibir la presión, desequilibraran a la voluntad y el juego acabará al traste. Soportar la afluencia de la presión hasta que la conciencia de el permiso hacia donde se soltará la ‘pelota’ sin perder su control, es la ilusión de que podemos controlar nuestra voluntad; y es un grave error creer esa ilusión.

Hay que administrar y no retener conforme al ego (o a las críticas del jardinero). Las situaciones que ponen a prueba al jugador, someten a un desgaste emotivo/racional que, de prolongarse mucho en el tiempo, acabará cediendo por el lado de menor resistencia, independientemente de lo que indique nuestra conciencia.
Las experiencias emotivo-racionalmente desequilibradas, solemos evitarlas, y de darse una situación así, procuramos huir, aun si no pudiéramos huir, acabaríamos sucumbiendo al descontrol y a un resultado no previsto, (lo que se suele hacer en las discotecas) lo que nos deja indefensos y sin protección emocional, a manos del individuo que sí está dominando.

Ese es el estado en el que se encuentran muchos profesionales de la religión o de mujeres maltratadas, así como de ciudadanos de sociedades democráticas en donde ven que quejarse tiene el mismo valor que rascarse el pie, cuando uno tose. Primero han sido víctimas de un maltrato psicológico que los ha desprovisto de toda dignidad: Las entidades administrativas de un estado democrático, crean un entramado tan costoso desde el punto de vista emocional, que para cuando ya se está atendiendo la reclamación, nuestro problema ya no tiene solución. Las han sometido por la vía: O haces lo que mando o no recibes el premio. Para cuando se ha recibido el paradójico ‘premio’, ya carece de todo valor. O sencillamente no se recibe, porque el sistema democrático ofrece a sus ciudadanos una atención de página Web: Lo siento caballero, el sistema no me permite incluir ese dato en el sistema; Lo siento, no tengo privilegios para saltarme la cola, aunque usted me traiga un papel firmado de una autoridad que me comprometa a saltarme esa lista: Acuda a atención al impaciente.

Si no es ni divertido ni entretenido que eso suceda, es aun peor que quien hable de esa manera, o el portavoz de la autoridad por la cual se expresa, por lo general no respeta ni su propia palabra… hummm, esto huele a política.

Dicha situación no es algo sano. Romper las normas de la conciencia a base de la debilidad estructural de la inteligencia, es romper la paz mental del individuo; es como someterlo a un ‘tercer grado’. Una persona que ha sufrido de esa manera necesita un tiempo semejante al de un niño, para rehacer todas sus estructuras de inteligencia que le dotarán de autoestima y de control sobre la pelota de su jardín, o sea: Reaprender nuevos planteamientos, porque los ya experimentados no han servido, por lo que retenerlos en el cerebro solo nos causa mayor desgaste. Deberá entrenarse para retornar al campo de juego. De toda su experiencia pasada, tendrá la ventaja de haber aprendido, será un refuerzo que le dotará de fortaleza moral, y jamás volverá a ser engañado en ese campo.

Las bases para poder jugar:

En todo deporte se requiere una preparación física, en el caso de la socialización, se requiere una buena forma psíquica, haber jugado al juego de las mangueras y la pelota en nuestro propio jardín. Una vez controlado el juego (nuestros padres deben de hacer las veces de tutores y mostrarnos el ejemplo de cómo lo hacen ellos), estaremos preparados para poder compartir (que no competir) con el resto (recordamos que jugamos en nuestro jardin, no en el del vecino).
Ahora la cuestión es: ¿Hemos sido educados con la suficiente integridad estructural como para que todas las vías inteligentes aguanten la presión que supone llegar hasta lo más alto: La voluntad, en un medio social?.
La educación ideal por parte de los padres se debería centrar en hacer valorar (a niveles de conciencia) a su hijo la mayor gama posible de inteligencias que subyace en su naturaleza. En otras palabras: Aceptarse tal como la naturaleza le ha constituido y realimentar dicha naturaleza para que sea capaz de ver a los demás como se ve a él mismo, fomentando una empatía en base a los valores que permitan un avance social sano y un respeto por la integridad emocional ajena. (Una teoría de la mente capaz de ofrecer una cosmovisión sana).
En la niñez, dicen que los críos son muy crueles, y se puede decir que un grado muy alto de inteligencia, dependiendo a que cauce nos refiramos y el grado de agudeza de la conciencia, puede catalizar esa crueldad. A mayor rapidez de proceso mayor inteligencia y por lo tanto una capacidad mayor de expresión de esa propiedad cruel, paradójico ¿no?. No obstante, la crueldad es una forma de modular la inteligencia, y sabemos que el medio condiciona las respuestas que la persona puede ofrecer.

Las reglas del juego:

Tenemos mangueras, tenemos agua, tenemos presión, un jardín que regar y un juego al que jugar. Las reglas del juego son las siguientes: Debes regar las zonas del jardín que lo necesiten con todas las mangueras apuntando hacia lo más alto y procurando que la pelota no caiga al suelo. La única regla es: Para desplazarte debes hacerlo controlando la presión de las mangueras utilizando la conciencia, así condicionaras la dirección por la que la pelota tenderá a deslizarse.
El ego viene a ser como el jardínero, quejándose por aquellas zonas que necesitan regarse. ¿Qué hay una zona que está un poco mustia? Dado que es una necesidad, el ego vendría a ser como la propiedad diferencial entre las diferentes zonas del jardín, resaltando aquellas que quedan más secas y en consecuencia sería el lugar al cual dirigir la voluntad, controlado por el mayor número de inteligencias posibles.
Si todo el jardín estuviera adecuadamente regado, nuestro ego no condicionaría las respuestas en el medio. Seríamos unas máquinas de trabajo eficientemente educadas con pleno dominio de la voluntad y con soluciones para todos los casos, y eso solo sucede si nuestra memoria fuese INFALIBLE, cosa que es evidente que no es así, al menos para el caso del medio artificial que nos hemos fabricado. Habría que ponernos a prueba en un medio totalmente natural, haber si nuestra memoria es o no es lo que debe de ser.

La única restricción es: No debes confundir voluntad con el deseo. La voluntad te llevará por caminos que obligarán a las inteligencias menos desarrolladas a continuar madurando. El deseo usará las ya disponibles para solucionar su ‘queja’, aun a costa de pasar por alto los datos de las inteligencias menos agudas, y por lo tanto estas quedarán relegadas a su extinción.

Vivir con el objetivo de morir en paz, requiere un desarrollo inteligente adecuado a presente. Pero vivir con el objetivo de vivir, requiere un desarrollo de la inteligencia capaz de innovar lo actual, osea vivir para un futuro.

¿Es esto alguna predicción chamánica del futuro, alguna lectura de horóscopo o alguna entelequia que solo busca agotar al bien intencionado que trata de entender este planteamiento? No. Si uno no controla la voluntad acabará dejándose llevar. La voluntad debe de enfrentarse al deseo de forma racional (osea, cuantizando los pasos a seguir para expresar la necesidad) y gestionarlo para que el jardín quede bien regado conforme a las reglas del juego. Para ello solo se necesita la motivación adecuada, o lo que es lo mismo, respetar al grado más minúsculo todos los datos que provienen de todas las inteligencias.

Nuestro cerebro pone a nuestra disposición un campo de juego en el cual debemos mantener una pelota en la cima de los chorros de agua proyectados hacia lo más alto, y que entre todas ellas deben de mantener la bola en la posición en donde la conciencia apunta que es bueno; mientras que con el agua que cae se riega el jardín: Una manera de regar jugando.

¿Qué sucedería si nos enfrentamos a una situación en la que, el consciente observa que se debe de regar una parte del jardín, la conciencia carece de inteligencia para hacerlo y el ego está ansioso por ver florecer esa parte que le falta riego?. Ese momento es el ideal para dejar el juego aparcado, descansar y tomarse un refrigerio que fortalezca aun más nuestra conciencia: Estímulo del área emotivo/racional para que pueda gestionar ese deseo desde su conciencia y usar su voluntad, no su deseo. En otras palabras: Socializar con personas que se enfrentan a lo mismo e intercambiar conocimientos. Necesitamos la socialización para tener el control de la voluntad, así como la sociedad necesita de nuestro control de voluntad para ser lo que es, e incluso mejorarla.
La conciencia supervisa la posición ideal de la voluntad. Mientras esta no dé el visto bueno, la voluntad sentirá la presión tal como si fuera una pelota que se ha puesto en la cumbre en donde los chorros a presión de agua confluyen y dan un soporte a la pelota. La conciencia tiene el trabajo de modular la presión de cada manguera para mantener a la pelota en su centro, a menos que se desee perder el control.

Dinámica en cuatro dimensiones:

El humano requiere la voluntad y no solo el deseo. Por ello, las facultades lógicas que nos dota nuestro lóbulo pre frontal, crea un puntero al cual llamamos voluntad que emerge una vez que la conciencia tiene datos que evaluar como buenos y malos, conforme a unas sensaciones y una memoria con la cual contrastar.
La conciencia indica que para poder obtener algo que es prioritariamente bueno, hay que aplazar otros procesos y redirigir los recursos hacia donde la acción en el espacio/tiempo es psicodinámicamente sostenible. Ello nos dota de un registro que nos hace tener una orientación y una secuencia por la cual ir atendiendo las prioridades (un espíritu).
La voluntad lo podemos asemejar a una pelota, porque para una persona feliz es entretenido interactuar con su voluntad y el medio. La pelota, como símbolo de diversión y entretenimiento, será pues el elemento que marque la dirección del juego de todos nuestros sistemas conectados a dicho entramado neural.
Las mangueras adquieren presión gracias a la modulación de cada una de las inteligencias, que sería como el agua a presión. Por lo tanto cada tipo de inteligencia se modula mediante los procesos metabólicos asociados a una red neural = manguera. Cada inteligencia es una forma armónica modulada y cuantizada en forma de pensamiento, que nutre de información al consciente, que cuenta con la fortaleza de unas sinapsis bien reforzadas por su uso, haciendo las veces de mangueras que soportan la presión que se necesita para poder llegar a la voluntad. Cada modulación es un torrente de energía que ilumina nuestro consciente y nos muestra la solución que corresponde al instante en el que se nos presenta un problema. Por ello, nuestro consciente, en el mejor de los casos no poseerá una única solución, sino al menos siete u ocho posibilidades de resolver un problema (tantas como diferentes inteligencias usadas).

Un jardín que regar y un juego al que jugar:

Si los procesos inconscientes son los procesos de más bajo nivel, los conscientes son los de más alto y la inteligencia es el cauce inconsciente/consciente. Así, cada estructura metabólica por la que se modula ese trozo de subjetividad que conformará la pieza inteligente de nuestra cosmovisión, se puede asemejar a una manguera por la cual va un chorro a presión de agua que riega el jardín de nuestra cosmovisión.
La cosmovisión es la integración entre la conciencia, el consciente y el ego: La conciencia observa el estado del ego e informa al consciente si se están violando los valores catalogados como de subsistencia en la etapa en la cual se ha establecido ese cero Emotivo/Racional.
Entonces la cosmovisión es una propiedad emergente por la interacción de esas tres facultades mentales en un mismo cerebro. La dinámica sería la siguiente: Las mangueras adquieren presión, el consciente recibe la alerta de que llegan datos, la conciencia se prepara para ir categorizando entre lo que es bueno y lo que es malo. Entran regiones del recuerdo a largo plazo, las neuronas espejo comienzan a empatizar un posible futuro, el área de memoria a corto plazo retiene los datos derivados y lo contrastan con la cosmovisión actual, que es una recopilación de sensaciones y memoria a largo plazo. Se especula una categoría moral y se aceptan aquellos pensamientos que permitan ir suministrando energía al jardín en el que descansamos, denominado cosmovisión.
Siendo el consciente el receptor de toda esa información, la voluntad queda relegada a la función de puntero que da proyección a toda esa energía. Las ‘mangueras’ apuntan hacia lo más alto: La voluntad. Por lo que en la ilustración tendremos siete u ocho mangueras apuntando hacia lo más alto.
La voluntad es el resultado de un proceso de economía. Para sostener un entorno social como el humano, se necesita una moral mucho más elaborada que la de otras especies animales en las que se observan rituales de cortejo, de turnos de comida, de juegos que marcan quien es el mejor dotado… etc.
Cuando hay turnos de comida, rituales de cortejo, juegos de competencia… es porque hay una moral que indica que es lo correcto e incorrecto. En los turnos de comida la moral indica que el más capacitado para continuar suministrando comida al grupo, será el primero. Para el caso de los rituales de cortejo, será el que ofrezca más garantías de seguridad a la hembra, siendo esta quien otorgue el premio a los finalistas. Para el caso del liderazgo será quien demuestre una capacidad de proyectar la fuerza con una inteligencia más aguda. Todo ello se activa desde la emoción, produciendo un sentimiento y conformando un deseo, pues el cortex cerebral no racionaliza al mismo nivel que el humano las distintas inteligencias (aunque las posea) y que capacita para la realimentación de los procesos personales que nos permitirán ser lo que debemos ser para la sociedad en la que convivamos.

La fuerza de voluntad NO es una fuerza imaginaria:

Los recursos usados en un cerebro maduro para pensar, obrar y sentir el control de la voluntad, son destinados al crecimiento cerebral para el caso de un cerebro de un bebé. No significa que el infante no piense, significa que los pensamientos (Unidad en la que se transforman los recursos cerebrales que se elevan al consciente) abren nuevas estructuras, pues a esas edades, el cerebro no está capacitado para que la voluntad ejerza de puntero a la hora de transferir la carga desde los sistemas de su propio cuerpo hasta el medio. Esta es la principal razón por la que el bebe necesita de sus padres hasta que ese puntero esté correctamente afinado, marcando su cero emotivo/racional, desde el cual ir construyendo su propio mundo o cosmovisión.

El lado ‘extraño’ de la vida.

La energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma… y eso es lo que sucede en un cerebro, hereda este principio de la termodinámica. Por lo tanto cabe preguntar ¿Dónde se mete la energía que ha permitido crecer al cerebro en nuestra infancia? ¿Porqué se detiene dicho crecimiento en la edad adulta?. La respuesta: En la elaboración del pensamiento consciente. No ya en el acto de ser conscientes de pensamientos fugaces, sino de pre programar una virtualización y encasillarla en nuestra cosmovisión. Ello permite la sensación de control de la voluntad. Eso es el proceso más costoso.

Esa sensación no la posee un bebé, que depende absolutamente de sus padres, pues carece de la suficiente fuerza de voluntad para poner por obra lo que sus sistemas necesitan para sobrevivir en el medio. Los diferentes tipos de inteligencia irán madurando conforme el infante vaya copiando, por observación, los patrones de valor de los padres. Por lo que la energía en la edad adulta se disipa en los procesos de pensamiento, necesarios para elaborar una defensa ante el medio.