viernes, 28 de agosto de 2009

Aceptemos nuestras capacidades ontogénicas y administremoslas a conciencia:

Llegamos al punto en el que nuestros padres nos han educado de forma que somos unos deportistas de élite en eso de la socialización. Han formado a un líder. Ahora queda ocupar nuestro puesto en la sociedad.

Las interacciones sociales se basan en establecer relaciones que no nos quiten la pelota, que no nos empujen, no nos hagan sentir que perdemos el control. Las relaciones de pareja se basan en formar equipo para jugar al mismo tiempo que regamos el jardín. ¿Nos imaginamos la lucha que debe haber en una pareja en donde las visiones del jardín que riegan son distintas? ¿En donde las conciencias valoran grados distintos de inteligencias? ¿Cómo van a educar al niño? ¿Cómo se pondrán de acuerdo entre ellos?. Ni que decir tiene que, uno cuando tiene buenas relaciones sociales no hipócritas, es un buen candidato para mantener una relación con una pareja y pensar en poder tener descendencia a la cual poder educar conforme al juego social que hemos experimentado que es placentero, entretenido y hasta merece la pena sacrificarse por ello.

¿Qué es lo que lo hace entonces tan amargo, que hasta muchos deciden no casarse, no tener hijos y hasta suicidarse?. Especulemos: Jugamos en casa al juego del jardín, resulta que nuestros padres ya nos ven capacitados para ello y ahora toca lidiar con los demás. Encontraremos personas como nosotros, honestas y que respetan las reglas del juego, pero también encontraremos personas que se engañan a sí mismas, hipócritas con relaciones sociales falsas, solo sostenibles por que hay un interés material común. Bien, nosotros observamos a estas personas y las respetamos mientras no nos desequilibren. Comenzamos a trabajar en una empresa desde lo más bajo, hacemos méritos para ir ganando puestos de confianza, tenemos el objetivo de una economía que nos permita una casa, una pareja, hijos, etc… para ello necesitamos un puesto de trabajo tal que sea remunerado a ese nivel. Hasta la fecha hemos respetado las reglas de juego, pero ahora aparece otra persona que, como nosotros desea ese mismo puesto de trabajo ¿Respetará las normas de juego en su jardín? ¿Será capaz de usar todas sus inteligencias a tal grado que tome una decisión respetando su empatía y una conciencia que tome en cuenta a las personas?. Si no es así, y esa persona acaba ocupando el puesto por el cual competimos, tendremos la sensación de haber trabajado por nada. ¿Qué siente un deportista derrotado? Espíritu de camaradería, sabe que su compañero ha respetado las reglas y se ha esforzado en lo que se denomina la competición perfecta: Ha competido con él mismo y se ha superado a sí mismo: El hecho de haber ganado el primer puesto es totalmente fortuito y una recompensa añadida. El no pensar así es lo que hace entonces tan amargo, que hasta muchos deciden no casarse, no tener hijos y hasta suicidarse.

Ahora pongamos por caso que, el deportista que ha quedado en segundo lugar, descubre que su competidor que ha ganado el primer puesto ha hecho trampas, que ha burlado los controles antidoping y ya no puede hacer algo por hacer justicia. Si ha valorado sobre sí mismo las ventajas de respetar las normas de juego, realmente lo dejará en el olvido y continuará esforzándose porque sabe que es lo mejor para sí mismo. Ahora, si valora más lo externo antes que su capacidad de administrarse así mismo, entonces habrá renunciado al juego del jardín. Para continuar sanos, debemos pensar en la competición perfecta, mencionada antes: Competimos con nosotros mismos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario