jueves, 27 de agosto de 2009

Las reglas del juego:

Tenemos mangueras, tenemos agua, tenemos presión, un jardín que regar y un juego al que jugar. Las reglas del juego son las siguientes: Debes regar las zonas del jardín que lo necesiten con todas las mangueras apuntando hacia lo más alto y procurando que la pelota no caiga al suelo. La única regla es: Para desplazarte debes hacerlo controlando la presión de las mangueras utilizando la conciencia, así condicionaras la dirección por la que la pelota tenderá a deslizarse.
El ego viene a ser como el jardínero, quejándose por aquellas zonas que necesitan regarse. ¿Qué hay una zona que está un poco mustia? Dado que es una necesidad, el ego vendría a ser como la propiedad diferencial entre las diferentes zonas del jardín, resaltando aquellas que quedan más secas y en consecuencia sería el lugar al cual dirigir la voluntad, controlado por el mayor número de inteligencias posibles.
Si todo el jardín estuviera adecuadamente regado, nuestro ego no condicionaría las respuestas en el medio. Seríamos unas máquinas de trabajo eficientemente educadas con pleno dominio de la voluntad y con soluciones para todos los casos, y eso solo sucede si nuestra memoria fuese INFALIBLE, cosa que es evidente que no es así, al menos para el caso del medio artificial que nos hemos fabricado. Habría que ponernos a prueba en un medio totalmente natural, haber si nuestra memoria es o no es lo que debe de ser.

La única restricción es: No debes confundir voluntad con el deseo. La voluntad te llevará por caminos que obligarán a las inteligencias menos desarrolladas a continuar madurando. El deseo usará las ya disponibles para solucionar su ‘queja’, aun a costa de pasar por alto los datos de las inteligencias menos agudas, y por lo tanto estas quedarán relegadas a su extinción.

Vivir con el objetivo de morir en paz, requiere un desarrollo inteligente adecuado a presente. Pero vivir con el objetivo de vivir, requiere un desarrollo de la inteligencia capaz de innovar lo actual, osea vivir para un futuro.

¿Es esto alguna predicción chamánica del futuro, alguna lectura de horóscopo o alguna entelequia que solo busca agotar al bien intencionado que trata de entender este planteamiento? No. Si uno no controla la voluntad acabará dejándose llevar. La voluntad debe de enfrentarse al deseo de forma racional (osea, cuantizando los pasos a seguir para expresar la necesidad) y gestionarlo para que el jardín quede bien regado conforme a las reglas del juego. Para ello solo se necesita la motivación adecuada, o lo que es lo mismo, respetar al grado más minúsculo todos los datos que provienen de todas las inteligencias.

Nuestro cerebro pone a nuestra disposición un campo de juego en el cual debemos mantener una pelota en la cima de los chorros de agua proyectados hacia lo más alto, y que entre todas ellas deben de mantener la bola en la posición en donde la conciencia apunta que es bueno; mientras que con el agua que cae se riega el jardín: Una manera de regar jugando.

¿Qué sucedería si nos enfrentamos a una situación en la que, el consciente observa que se debe de regar una parte del jardín, la conciencia carece de inteligencia para hacerlo y el ego está ansioso por ver florecer esa parte que le falta riego?. Ese momento es el ideal para dejar el juego aparcado, descansar y tomarse un refrigerio que fortalezca aun más nuestra conciencia: Estímulo del área emotivo/racional para que pueda gestionar ese deseo desde su conciencia y usar su voluntad, no su deseo. En otras palabras: Socializar con personas que se enfrentan a lo mismo e intercambiar conocimientos. Necesitamos la socialización para tener el control de la voluntad, así como la sociedad necesita de nuestro control de voluntad para ser lo que es, e incluso mejorarla.
La conciencia supervisa la posición ideal de la voluntad. Mientras esta no dé el visto bueno, la voluntad sentirá la presión tal como si fuera una pelota que se ha puesto en la cumbre en donde los chorros a presión de agua confluyen y dan un soporte a la pelota. La conciencia tiene el trabajo de modular la presión de cada manguera para mantener a la pelota en su centro, a menos que se desee perder el control.

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