viernes, 28 de agosto de 2009

Jugadores sanos, jugadores menos sanos:

Es en la infancia donde se producen las principales heridas psicológicas. ¿Cómo nos afecta en nuestro estado adulto?. El niño va sobreviviendo en base a los cauces que le quedan disponibles y le alejan de los malos recuerdos. Llegado a la adolescencia, la presión hormonal que se ejerce sobre la voluntad es en ocasiones hasta cruel. La crueldad no es por lo natural de dicha presión hormonal, sino por la falta de ‘mangueras’ activas que permitirán maniobrar la ‘pelota’ de la voluntad conforme nuestra conciencia dicta que es lo bueno y que lo malo. Ante la ausencia de, siquiera una sola manguera, nuestra voluntad romperá por el lado más débil. Es en esa etapa en donde comienza una espiral de caída o de subida, dependiendo de la educación recibida.

Toda actividad física tiene su origen en el cerebro, hasta que las áreas de este no hayan madurado será imposible que el entramado fisiológico que subyace tras las conexiones sinápticas actué en consecuencia. Por lo tanto, cada área de la fisiología que carece de una conexión a la voluntad del niño, es un recurso que ahorra y que se destina al crecimiento cerebral que lo capacitará en un futuro.

Lo contrario no es posible, si se dejara de usar la fisiología por voluntad, nuestro cerebro no crecerá más. Si se diese el caso de darse las mismas condiciones del infante: No queda más remedio que ir madurando otras regiones cerebrales porque las disponibles no dan solución a los problemas del medio. En ello habría que hacer un cambio en la dieta, así como en las horas de sueño, actividad física y demás factores que nos consumen los recursos que debieran estar empleándose en el crecimiento del cerebro por imposición del medio. De hecho, si esto sucediera, prácticamente nos pasaríamos el día durmiendo junto con la noche. De no hacerse de esa manera, nuestro cerebro comenzará a enfermar, o sea, como no evoluciona, involuciona, muere y desaparece (el precio de la involución es la extinción).

Ese es el precio de tener consciencia, que hasta cierto grado, tanto entramado neural y una disposición de los sistema metabólicos estructurada, nos fabrican sensaciones superiores tales como la de la responsabilidad de auto dominar las decisiones que tomamos en base al catalogo de prioridades, y ciertamente en nuestras prioridades no aparece la de facilitar la evolución cerebral como individuos, sí de forma generacional pero no individual, entre otras porque no tenemos educación para ello. Compartimos el mismo destino que el resto de la fauna animal: La evolución generacional.

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